jueves, 25 de marzo de 2010

Sus balas en mi cabeza

Sus balas en mi cabeza Mi mujer es mi mitad y por lo tanto mi complemento, de esa parte se puede deducir que tenemos parecidos y extremos totalmente opuestos; una de ellos es el uso de nuestro vocabulario. Adoro la cultura pero reconozco que entre mi casa y la bilbioteca de mi ciudad siempre había mi segundo hogar: mi calle, mi cuadra, mi barrio....Y de ahí agarré yo gran parte de mi habla, una habla llena de palabras sinceras que pueden sonar malsonantes y que creo que es bastante improbable que escuchen de los labios de mi mujer.

Después de esta pequeña introducción os contaré el por qué, mis primeras experiencias en en lado del BDSM las podría calificar como: una mierda tan grande como una tienda de pianos. Me quedó el alma dañada, mi físico marcado (aunque de forma mínima el orgullo hizo que esa herida permanecierade forma agigantada en mi memoria). Basicamente encontré una persona egoísta, egocéntrica y que trataba a los demás como una mierda , aunque eso no hizo que yo perdiera mi interés por este mundo pero si que me hizo ocultarlo durante una buena temporada de cara a los demás. Fue un año de desgracias personales, sentimentales en los que un buen trago de cerveza y decenas de conciertos intentaban compensar lo que mi vida personal no podia lograr, una forma de intentar ocultar la frustración que había corriendo por mis venas...

Pasó el tiempo, las desgracias y a dos meses de volver a mi segundo hogar la conocí a ella. Bueno lo demás ya se puede imaginar, felicidad, amor y una nueva vida junto a ella que no la cambiaría por nada del mundo... ¿Que hemos ido rápido? Puede ser, pero nosotros siempre fuímos buscando el límite, nuestro límite... Ella hasta donde podía a imaginar y yo hasta donde lo sería capaz de aguantar. Nuestra vida sexual es espectacular, tan sincera y pasional como nosotros, no tenemos un guión especial de lo que haremos o pensaremos.... Todo surge, todo fluye, todo es cada vez más intenso.... Las emociones cada vez más fuertes, dolor y placer buscando el límite en su imaginación y en mi cuerpo la intención de quebrar las barreras hasta donde que yo pudiera llegar a creer que existian.

Porque es lo que hizo ella.... Con su sonrisa, con su personalidad, con sus frases como balas de plata que se incrustan en mi cabeza y repiten sin parar: “te necesito, confío en ti, lo lograrás, lo vamos a lograr”. Y mi cabeza absorbe estas palabras y las hace expandir en mi sangre que irriga todo el cuerpo de confianza, de violenta confianza. Por ella y con ella todo lo que haya que luchar lo pelearé hasta el final.

De repente noté como el aire silbaba y un ruido seco rompía el aire. Un látigo agitaba mi corazón y el dolor no cesaba, era su fusta:

- Más.

- ¿Perdona?
- Quiero más – repetí con voz susurrante y los ojos llorosos.
- Perdona, no creo que estes en posición de decidir.

Siguieron los fustazos en mis nalgas, notaba ardor, dolor y algo frio esparciendose por mi piel, y en mi cabeza no me paraba de repetir “más, más, más, hay que aguantar más”.

- Estás sangrando ¿no lo notas? Has aguantado, estoy muy orgullosa de ti .- Su sonrisa y sus preciosos brillando ojos me decían que lo sentía de verdad.

Me desató y lo primero que hice fue abrazarla y llorar de alegría, había resistido, me había dejado llevar, porque yo creía que lograría superar mi aguante ante la adversidad, porque ella creía que lo iba a superar incluso antes de que yo lo pensara. Sentí la necesidad imperiosa de estar a sus pies, no porque me considerara inferior, sino porque ella me había abierto el reino de su corazón y había llenado mi mundo de confianza y deseo y eso no se paga con nada más que por la devoción mútua y mi forma de expresarse es esa.

Aprendí a valorar todo de ella, el placer y el dolor, a crecer como persona, como mi yo interior se siente más seguro y a la vez que la parte más entregada aprieta más los grilletes contra ella mi parte salvaje se hace más fuerte y poderosa para protegerla mejor. Así que tengo ganas de salir del trabajo, llegar a casa, darle un beso, abrazarla ... y adorarla. Porque lo deseo a rabiar, porque lo necesito, porque lo deseo.









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